Hace unos días escuchábamos, en todos los medios de comunicación, la noticia de un niño catalán de seis años ingresado en estado grave por difteria.
Es muy poco habitual que se den casos de esta enfermedad infecciosa en nuestro país, ya que desde pequeños recibimos varías vacunas que nos protegen de la infección provocada por estos bacilos.
En concreto, me he estado informando, y la vacuna contra la difteria se administra normalmente combinada con la del tétanos y la tos ferina, y el calendario de vacunaciones planifica la administración de seis dosis, las tres primeras a los dos, cuatro y seis meses de edad, otra a los 18 meses, entre los cuatro y los seis años otra dosis de refuerzo y una final a los 16 años.
La pregunta es, ¿cómo entonces un niño de tan corta edad pudo contraer dicha enfermedad?
Los padres del pequeño están en contra de la vacunación. Hay un sector de la población, entre el que se encuentran estos, que argumenta que el cuerpo humano está equipado para combatir las infecciones y que no es necesario introducir agentes externos (como los presentes en las vacunas) para acabar con ellas, sino que es hasta perjudicial para la salud hacerlo.
El debate esta en la calle, ¿vacunar o no hacerlo? Al final de este post hablaremos de ello.
Antes quiero contaros un poco de forma resumida lo que es la difteria y los riesgos que conlleva contraerla.
Es una enfermedad infecciosa producida por el bacilo ‘c. diphtheriae‘ que se manifiesta en la laringe y se transmite por las secreciones de la nariz, estornudos, sudor o lágrimas de las personas infectadas y afecta exclusivamente a humanos.
Cuando la bacteria crece libera unas toxinas que van a la sangre y pueden provocar lesiones en el corazón, los riñones y el sistema nervioso. Se trata, por tanto, de una enfermedad grave, que puede llegar a provocar complicaciones que en ocasiones podrían ser mortales.
Las Instituciones Sanitarias catalanas han hecho pruebas a 57 niños cercanos al entorno del pequeño afectado, y se ha detectado la bacteria de la difteria en ocho compañeros del menor, quienes no han desarrollado la enfermedad, gracias a que están vacunados, pero si que son portadores de ella, es decir, la bacteria ha ingresado en su organismo sin afectarles, pero ellos sí que pueden contagiar a otros niños, que si no están vacunados, enfermarían.
Los niños infectados se les ha empezado a tratar con penicilina y permanecerán recluidos en sus casas mientras dure el tratamiento, entre ocho y diez días para evitar contagios.
Volviendo al tema que os planteaba más arriba, ¿es necesario vacunar o es mejor no hacerlo? Como siempre os hablaré desde mi humilde punto de vista.
Desde que se inventaron las vacunas existe temor sobre los posibles efectos secundarios que estas pueden tener, pero yo me pregunto, ¿no son muchas las pruebas y los ensayos por los que tiene que pasar una nueva vacuna antes de ser comercializada y usada?
Algunos me podríais decir que también se habían hecho pruebas a la reciente vacuna contra el papiloma humano, y aún así fueron muchos los problemas que trajo. Y sí es verdad, pero la medicina y la investigación no es una ciencia exacta, son muchos los factores que influyen y pueden hacer que un descubrimiento funcione o no lo haga, pero… ¿Tenemos que dejar de confiar en ella por qué haya habido algún fallo frente a los cientos de enfermedades que hemos conseguido erradicar y defendernos gracias a ella.
Las personas que argumentan que el cuerpo humano está equipado para combatir las infecciones deberían considerar, no sólo la alta tasa de mortandad infantil en el pasado (cuando las vacunas aún no habían sido inventadas), sino además el hecho de que los virus también evolucionan para atacar con más eficiencia, y que de hecho, lo hacen más rápido que nosotros. ¿Por qué entonces rechazar ayudas externas? Evidentemente no cualquier ayuda, pero di aquellas científicamente probadas y reguladas por la OMS (Organización Mundial de la Salud).
No soy nadie para decirle a una madre o un padre las decisiones que debe tomar acerca de la vida y salud de sus hijos, pero si se me permite un consejo, opino que al igual que un padre no tiene derecho a impedir que sus hijos sean educados, y la educación es obligatoria hasta los 16 años, los padres tampoco deberían tener el derecho de impedir que sus hijos sean vacunados y aumentar sus posibilidades de contraer una enfermedad para la cual ya se han creado mecanismos de defensa y, lo más importante, están a disposición de todos en nuestra Sanidad Pública.
Sólo nos queda desear, desde nuestro rincón de internet, una pronta mejora para el pequeño de Oulot (Cataluña) y esperar que no se den más casos como este.
Un saludo
Julia